12 septiembre 2006

Descubriendo... San Francisco! (Day Two)

Abrí los ojos aquel 29 de Agosto como acostumbro, es decir: sin saber muy bien quien soy ni donde estoy. Al cabo de pocos segundos, me dí cuenta: era cierto! Estaba sola en la costa oeste de EEUU y seguía teniendo por delante un viaje que jamás soñé que haría! Bajé a la calle tras abrigarme bien (no iba a cogerme desprevenida esta vez el clima de la Bahía) y esperé a que me vinieran a buscar. Porque aquel día había contratado una excursión organizada para poder visitar Muir Woods, Sausalito y la isla de Alcatraz.
A las nueve de la mañana llegó, puntual, el autocar que me llevó al primer destino: un parque nacional de sequoyas de 220 hectáreas situado a unos 50 km de la ciudad.
La niebla, como no, era espesa. El guía nos dijo que para llegar a Muir Woods teníamos que cruzar el Golden Gate y recuerdo sonreír como una niña mientras apoyaba la cabeza en la ventana e intentaba adivinar su silueta en el brumoso horizonte.
"El Golden Gate!"- pensé. Y es que es curioso como nos emociona estar en los lugares emblemáticos del mundo, ¿verdad?
Cuando llegamos nos recibió un bambi, que asomaba su cabeza entre los árboles. Porque allí hay ciervos, ardillas, murciélagos, serpientes, salamandras, búhos, cuervos... Pero los verdaderos protagonistas del parque son, sin lugar a dudas, los árboles. Se trata de un bosque de Sequoias Sempervivens (las Sequoyas Rojas de California), que se caracterizan por ser los árboles más altos del mundo. Son parientes de las conocidas Sequoyas Gigantes. Pueden medir hasta 112 metros y la edad media de las que habitan Muir Woods está entre los 500 y los 800 años, aunque hay alguna que tiene 1.100! Es decir, cuando el Imperio Maya estaba en su esplendor, los vikingos exploraban el mundo al mando de Erik el Rojo y gran parte de la Península Ibérica había sido conquistada por los musulmanes, estos árboles ya respiraban. Así que no sólo te sentías poquita cosa en ese lugar alzando tu vista al cielo...
El bosque había sido parte del territorio de los indios Miwok que habitaban el actual Condado de Marin (Marin County). Hasta finales del siglo XIX, con la llegada de la Fiebre del Oro y la gran oleada de inmigrantes en la zona en busca de fortuna, Muir Woods tenía casi 810.000 hectáreas. Una muestra más del sacrificio de nuestro planeta (de Gaia...) en pos del, en este caso, mal llamado progreso...
Conseguí aislarme voluntariamente del grupo y pasear sola en el silencio del bosque. Me dí cuenta de cuanto necesitaba la paz de la naturaleza tras tantísimos días recorriendo ciudades y aeropuertos.
Anduve solita entre las sequoyas, bordeando los riachuelos. Recorrí senderos con el único sonido de las aves que habitan el lugar y de mis pasos sobre el camino. Busqué más bambis, pero no los ví porque los animales aparecen mayoritariamente cuando el parque se cierra al público. De repente, escuché un contínuo "toc-toc-toc" y, tras unos momentos de quedarme quieta y al acecho... caí en la cuenta de que era un pájaro carpintero picoteando la corteza de un árbol! Estuve al menos diez minutos oteando todas y cada una de las ramas de las sequoyas que me rodeaban, hasta que dí con él. Me acordé del Pájaro Loco de los dibujos animados y me quedé un buen rato mirándolo, embobada.
En definitiva, aquella mañana fue una necesaria inyección de oxígeno y sosiego que me cargó de nuevo las pilas.
Nos dirigimos entonces al pueblo de Sausalito, atravesando las montañas costeras por una sinuosa carretera que aparece en la película Instinto Básico. ¿Recordáis la escena de la angustiosa persecución de Michael Douglas...? Aquí la tenéis, así podéis recorrer el paisaje desde Muir Woods hasta la entrada a Sausalito (un poquito más rápido que yo, éso sí...)
Desde Sausalito se puede ver (cuando la niebla se disipa) la ciudad de San Francisco, ya que está situado frente a ella. Alcatraz es una isla que queda a medio camino entre ambos lugares.
Cada media hora un ferry conecta las dos orillas de la bahía, pero también se puede llegar atravesando el Golden Gate.
Aquí escribió Otis Redding su canción "(Sittin' on) The dock of the bay". Este es, pues, el famoso muelle de la bahía...



Su nombre proviene de la deformación del nombre original impuesto por los primeros colonizadores españoles: "saucelito", de sauce pequeño, debido a la gran cantidad de estos árboles que allí se encontraban. Hoy en día, es un lugar eminentemente turístico cuya arquitectura recuerda algún lugar de la costa mediterránea, pero con toques yankees.
Es un lugar tranquilo en donde comí mirando el mar mientras de vez en cuando, asomaba algún tímido rayo de sol.
Después de comer, comprobé dos cosas: la primera, que aquel día la niebla no quería marcharse del todo y la segunda... que la visión del Golden Gate desde las alturas envuelto entre brumas era sobrecogedora y espectacular.
En esta foto estoy posando ante él al otro lado de la bahía, frente al Océano Pacífico. La lengua de tierra que se recorta e intuye al fondo es la ciudad de San Francisco.
El viento soplaba con fuerza y hacía mucho frío, pero yo no podía dejar de sonreír...
Desde allí, fuimos hasta el Pier 37, en el Fisherman's Wharf. Este es el punto de partida de los ferrys que llevan hasta la famosísima isla de Alcatraz, en donde se erige la antigua prisión y ahora sólo viven colonias de aves autóctonas.
El trayecto en barco dura unos diez minutos y a babor (durante el trayecto de ida) queda el puente más famoso de la ciudad.
Conforme uno se acerca a la isla, se pregunta qué sentirían aquellos presos encerrados en un lugar tan inaccesible, rodeado de las frías aguas del Pacífico plagadas de tiburones.


Allí supe de historias acerca de presos que se fugaron de maneras imposibles, como la de aquellos que nunca aparecieron tras abrir agujeros en sus celdas probablemente con cucharillas. Todo ello se relata en la película Fuga de Alcatraz.Visité también la celda donde pasó sus horas muertas el famoso gangster Al Capone, así como los lugares que los presos pisaban cada día añorando seguro su libertad.

El sol se ponía y un viento impertinentemente frio dominaba la bahía al atardecer. El ferry me dejó de vuelta en el Fisherman's Wharf y decidí volver a casa, al hotel, para descansar y recibir a mi último día en San Francisco con fuerzas tras haber descubierto tantas cosas de este trocito tan bello de la Costa Oeste americana.





Este post está dedicado a todos los que intentamos ser libres en un mundo que se empeña en encerrarnos en cárceles con altos muros que, a veces, no nos dejan ver el sol.

(Pero, en el fondo, la única barrera eres tú: sólo tienes que aprender a saltarte...)



2 comentarios:

iakamine dijo...

No sabia que hacia tanto frio en San Francisco en verano!. Pero con una chaqueta ya se está comodo?, se puede ir con sandalias y con ropa como en España, o mejor abrigarse más?

esther dijo...

Hola iakamine!

Una de las cosas que más sorprenden al viajero que llega a SFO es, precisamente, el brusco cambio de temperatura que tiene la ciudad en verano. Las corrientes frías del Pacífico "chocan" con las corrientes cálidas que llegan de los desiertos del Oeste y se produce la curiosa aparición de una densa y fría niebla sobre las cinco o seis de la tarde. Por la mañana es también así hasta que sale el Sol, hacia el mediodía.

Durante esas horas de "tregua", y si es un día en el que el cielo está despejado, la temperatura es ciertamente agradable e incluso hace calor. Pero no olvides un buen anorak y ropa de abrigo, porque, tal y como me dijeron al llegar a San Francisco y luego pude comprobar yo misma, es una suerte tener la oportunidad de ver desde la ciudad el Golde Gate. La niebla suele cubrirlo a menudo y hace bastante frío en la zona más abierta de la ciudad, tocando al mar.
Ya lo digo en el blog: piensa que uno de los souvenirs estrella en las tiendas de "guiris" son los forros polares!!!!

Qué envidia que vayas a SFO, no olvides contarme qué te ha parecido cuando vuelvas!